Entre las expresiones culturales que constituyen testimonios de la creatividad
de un país, y por lo tanto de su patrimonio cultural, se debe incluir a la tradición oral y a las manifestaciones artísticas populares o tradicionales, que por lo general se transmiten oralmente. La tradición oral está constituida por las expresiones culturales que se pasan de generación en generación por medios no escritos, en particular la literatura oral: narraciones, cuentos, leyendas, poesía, dichos y refranes. Junto a ello, tenemos el arte popular o folclore, que también se comunica básicamente por medios no escritos: música, danza, canciones, costumbres, prácticas tradicionales y técnicas artesanales. Es decir, la suma de conocimientos y capacidades artísticas tradicionales o populares que circulan y se transmiten de boca en boca sin pasar por el registro gráfico o documental. Este acervo es parte de la herencia cultural que nos han legado los antepasados, y es tan importante para el país como los testimonios monumentales y documentales de la nación.
La tradición oral como patrimonio cultural cumple dos funciones imprescindibles. En primer lugar, constituye una fuente valiosa para estudiar la historia del país, especialmente de los pueblos que no han dejado documentos escritos. Por su carácter de depositaria y vehículo de la memoria colectiva en los grupos humanos y sectores sociales que carecen de escritura, la tradición oral constituye un archivo vivo de la trayectoria de un país. Los historiadores contemporáneos han desarrollado métodos para utilizar el patrimonio oral como una fuente tan confiable como muchos documentos o restos arqueológicos. De ahí que una primera preocupación para cuidar la tradición oral sea por su condición de fuente de información muy valiosa para el conocimiento y esclarecimiento de la historia peruana (Lloréns. 1986).

Además, la tradición oral (y el folclore como parte de ella) es importante por el papel preponderante que desempeña como una variada fuente de ingresos económicos.
Tenemos el caso del turismo, cuyos intereses se dirigen especialmente al conocimiento de cada país y a sus manifestaciones culturales y artísticas propias. Luego tenemos la utilización del folclore en propagandas diversas y en promover la imagen externa del país. También es muy importante la incidencia de estas actividades en el incremento de las artesanías tradicionales y en sus temas o motivos cuya producción, bien orientada, aporta una expresión característica de la espiritualidad de la nación, aparte del natural beneficio económico que brinda a sus productores.
Tratándose de parte fundamental del patrimonio cultural de la nación, la tradición oral y el folclore deberían ser amparados por el Estado. Sin embargo, no ha habido una política coherente ni consecuente de parte de los distintos gobiernos para encarar este aspecto.

Para finalizar, diré que dentro del patrimonio de la nación, la tradición oral constituye su ángulo más descuidado, ya que ni siquiera existe conciencia de que forma parte importante de nuestra cultura y de que es vehículo potencial de los mensajes de identidad nacional que debe emitir el aparato político peruano. Cualquier esfuerzo por apoyar su preservación y ordenamiento será innovador en la ciencia y cultura del país.
A continuación conoceremos esta tradición oral:
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