miércoles, 7 de agosto de 2013

LA TRADICIÓN ORAL EN EL PERÚ


Entre las expresiones culturales que constituyen testimonios de la creatividad 
de un país, y por lo tanto de su patrimonio cultural, se debe incluir a la tradición oral y a las manifestaciones artísticas populares o tradicionales, que por lo general se transmiten oralmente. La tradición oral está constituida por las expresiones culturales que se pasan de generación en generación por medios no escritos, en particular la literatura oral: narraciones, cuentos, leyendas, poesía, dichos y refranes. Junto a ello, tenemos el arte popular o folclore, que también se comunica básicamente por medios no escritos: música, danza, canciones, costumbres, prácticas tradicionales y técnicas artesanales. Es decir, la suma de conocimientos y capacidades artísticas tradicionales o populares que circulan y se transmiten de boca en boca sin pasar por el registro gráfico o documental. Este acervo es parte de la herencia cultural que nos han legado los antepasados, y es tan importante para el país como los testimonios monumentales y documentales de la nación. 
La tradición oral como patrimonio cultural cumple dos funciones imprescindibles. En primer lugar, constituye una fuente valiosa para estudiar la historia del país, especialmente de los pueblos que no han dejado documentos escritos. Por su carácter de depositaria y vehículo de la memoria colectiva en los grupos humanos y sectores sociales que carecen de escritura, la tradición oral constituye un archivo vivo de la trayectoria de un país. Los historiadores contemporáneos han desarrollado métodos para utilizar el patrimonio oral como una fuente tan confiable como muchos documentos o restos arqueológicos. De ahí que una primera preocupación para cuidar la tradición oral sea por su condición de fuente de información muy valiosa para el conocimiento y esclarecimiento de la historia peruana (Lloréns. 1986).

Pero el patrimonio oral cumple un papel tal vez más importante para la vida actual y futura de la nación. Al ser depositario de gran parte de las creencias, valores, costumbres, prácticas y creatividad artística del pueblo, constituye un pilar de la nacionalidad, dándole identidad y personalidad propia. Es, así, expresión profunda de su idiosincrasia colectiva, permitiendo afirmar su identidad en las raíces históricas y en la cultura viva del pueblo. 
Además, la tradición oral (y el folclore como parte de ella) es importante por el papel preponderante que desempeña como una variada fuente de ingresos económicos. 
Tenemos el caso del turismo, cuyos intereses se dirigen especialmente al conocimiento de cada país y a sus manifestaciones culturales y artísticas propias. Luego tenemos la utilización del folclore en propagandas diversas y en promover la imagen externa del país. También es muy importante la incidencia de estas actividades en el incremento de las artesanías tradicionales y en sus temas o motivos cuya producción, bien orientada, aporta una expresión característica de la espiritualidad de la nación, aparte del natural beneficio económico que brinda a sus productores. 
Tratándose de parte fundamental del patrimonio cultural de la nación, la tradición oral y el folclore deberían ser amparados por el Estado. Sin embargo, no ha habido una política coherente ni consecuente de parte de los distintos gobiernos para encarar este aspecto.

Afrontar el problema del rescate de la tradición oral es pues una tarea inmediata. Para hacerlo habría que sacar provecho de las experiencias de estudios realizados. En primer lugar, hay que tener en cuenta que resulta conveniente regionalizar al país en un número corto de áreas, cada una de las cuales pudiera ser encargada a una sección especializada de recopiladores que seleccionen, almacenen, clasifiquen y procesen el material de tal forma que quede preparado para ser utilizado de las muchas maneras en que esto es posible: investigación social, materiales educativos, etc. Esto podría hacerse proponiendo a los centros existentes un plan de desarrollo que les permita expandir sus programas y dar cabida a nuevos colaboradores y mejores equipos. Pero al mismo tiempo, no se tendría que desanimar a los coleccionistas individuales o espontáneos, cuyo amor por sus materiales o su propia creación beneficia al patrimonio cultural de la nación. Para ellos habría que crear alicientes o incentivos especiales y ofrecerles una información mínima para que sus colecciones sean mejor cuidadas y más duraderas. A cambio de esto se les podría solicitar un mayor acceso a su producción o recopilación. De igual manera, se tendría que legislar sobre las entidades comerciales comunitarias (por ejemplo, las disqueras o asociaciones distritales o provinciales) que teniendo acceso a tradiciones orales de diversa naturaleza, sólo reparan en ellas cuando coinciden con los intereses específicos de su institución. Una mirada vigilante al material que manejan podría evitar, por ejemplo, que se borren las cintas con relatos etnográficos por ahorro para la empresa. 

Para finalizar, diré que dentro del patrimonio de la nación, la tradición oral constituye su ángulo más descuidado, ya que ni siquiera existe conciencia de que forma parte importante de nuestra cultura y de que es vehículo potencial de los mensajes de identidad nacional que debe emitir el aparato político peruano. Cualquier esfuerzo por apoyar su preservación y ordenamiento será innovador en la ciencia y cultura del país.



A continuación conoceremos esta tradición oral:




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