martes, 6 de agosto de 2013

ANÁLISIS PROFUNDO SOBRE NUESTRO PATRIMONIO CULTURAL


A través de la cultura, se puede evaluar el conocimiento, desarrollo habilidades que poseen tanto hombres como pueblos. Es también el medio más eficaz a través del cual un grupo humano alcanza su integración; por lo que no existen pueblos sin cultura, ni tampoco una cultura uniforme para todos los pueblos. Partiendo de ello se pueda hablar de una identidad cultural como el legado más representativo y más preciado de un pueblo. Sin embargo, el desarrollo cultural de una sociedad no está libre de peligros. La historia revela un sin número de procesos culturales que se han truncado o alterado debido a situaciones de conquista, a la incapacidad de sus élites para salvaguardar su valioso patrimonio y, en general, al recorte de la libertad de los seres humanos. 
El patrimonio cultural del Perú es quizá uno de los más ricos de América, pues se trata del legado de distintos pueblos que alcanzaron el nivel de alta cultura en diferentes etapas y lugares, muchos años antes de la llegada de los europeos, y la herencia de uno de los virreinatos más poderosos de la América Hispana. Además contiene los añadidos de minorías provenientes de África, Asia y Europa. Sin embargo, tanto las vertientes nativas como las foráneas no han logrado integrarse de tal manera que podamos hablar de una identidad nacional coincidente con su territorio. La innumerable cantidad de monumentos arquitectónicos, cerámica, textilería, orfebrería y muchas otras expresiones artísticas y técnicas que vienen de aquellas épocas, son prueba de su grandeza. Pero en tiempos presentes, son testigos las expresiones del riquísimo acervo folklórico que se manifiesta en los variados estilos musicales, danzas, narraciones, gastronomía, y artesanía en general, en los cuales hacen gala de reverenciar el arte vivo de aquella grandeza pasada. Esta gran variedad de nuestro folclore en el que cada región conserva sus propios estilos, es un signo elocuente de que el Perú es un país multicultural. Esta caracterización del Perú, no debe juzgarse como un factor negativo. Muy por el contrario, esto significa que la creatividad de estos pueblos mantiene su dinamismo. Sin embargo, lo predominante ha sido ver al pluralismo como un obstáculo y a la cultura como una temática de segundo orden. El período republicano está marcado por un desinterés hacia lo cultural. En su afán por desarrollar un Estado moderno y competir con el desarrollo de otros países, las élites dominantes de la república prefirieron mirar más hacia afuera que hacia adentro y privilegiaron la imitación a la creatividad, la técnica al arte y la ciencia, la economía a las humanidades. No es pues de extrañar, ante semejante contexto, que nuestro pasado se presente deformado y que el sistema educativo oficial haya estimulado la memorización y no tanto la reflexión y la confrontación de los conceptos y teorías con la observación de la realidad. Como consecuencia de todo esto, nuestras nuevas generaciones siguen ignorando y despreciando a nuestras minorías étnicas y, en general, a la mayor parte de nuestros valores autóctonos. Homogeneización del país, actitud despreciativa y discriminatoria hacia los grupos percibidos como diferentes, y menosprecio por lo cultural, son los rasgos característicos de los grupos dominantes de este Perú republicano. Lo primero es el fruto de forzar una nacionalidad coincidente con la república; lo segundo es el resultado de las relaciones de dominación; y, lo tercero, el producto de un malentendido proceso de modernización. Las expresiones concretas de esta situación se pueden apreciar en lo siguiente: La falta de una legislación adecuada que defienda al patrimonio artístico, documental, monumental y que se adapte al pluralismo cultural que reina en el país. Es cierto que en la Constitución se contempla la defensa de los yacimientos y restos arqueológicos, de los objetos artísticos y testimonios de valor histórico, de las minorías étnicas y de la enseñanza bilingüe; sin embargo, las últimas leyes de defensa del patrimonio cultural que se han preparado, están muy lejos de cumplir con estos propósitos.  Con respecto a nuestra cultura vernácula contemporánea, instituciones que 
podrían velar por las minorías étnicas no tienen el rango, las atribuciones ni el respaldo necesario para poder desempeñar una labor eficiente. Es solo gracias a algunas entidades internacionales y nacionales que se comienza a sentir algunos síntomas de aliento y esperanza para nuestro patrimonio cultural. Por otro lado existe una marcada escasez y deficiencia de los medios a través de los cuales se difunden nuestros valores culturales. A nadie escapa, por ejemplo, la situación de precariedad en que se encuentran la mayoría de nuestros museos, en cuyos almacenes se hacinan grandes cantidades de objetos sin contar con recursos adecuados de conservación ni medios suficientes de exhibición. Esto en lo que respecta a nuestro pasado, pues en relación a nuestro presente hay prácticamente una falta total de locales que exhiban las manifestaciones creativas de nuestros grupos étnicos. En Lima, tan sólo existen el Museo de la Cultura y el Instituto Riva Agüero, que alberga una pequeña muestra, mientras que en provincias, la ausencia es plena. Es lamentable, por ejemplo, que no exista un museo que exhiba las manifestaciones de los grupos amazónicos, esto es particularmente importante si se tiene en cuenta que muchos de ellos están en proceso de extinción. Otro tanto se puede decir de las manifestaciones culturales andinas, que son de gran calidad y tienen un reconocimiento internacional. Agrava el problema la falta de recursos y materiales apropiados, lo que trae como consecuencia que los escolares no puedan apreciar la riqueza pluricultural de nuestro país y que permanezcan el desdén y el desprecio hacia nuestras poblaciones autóctonas. Estas consideraciones ponen de manifiesto la necesidad de contar con un museo antropológico de envergadura, como ya ha sido avizorado, pero contrasta a su realidad con que solo se le concibe como arqueológico. Es indispensable que la cultura viva también tenga un lugar a fin de destacar su riqueza y variedad. Paralelamente a esta situación, se puede notar la ausencia de un mapa cultural y lingüístico, de registros y catastro general de bienes culturales, de un banco de datos, así como de campañas públicas que puedan despertar la conciencia nacional respecto a la importancia y valor de los bienes culturales. En esta tarea de despertar la conciencia nacional, es fundamental una campaña de difusión de nuestros valores nativos, para robustecer así su identidad cultural, y en ello, la participación plena de los medios de comunicación. Definitivamente, cabe señalar que hoy más que nunca el tema de la preservación cultural debe ser realzado. Casos como los de Bagua y Uchuraccay han puesto de manifiesto, en forma dramática, el pluralismo cultural reinante en el Perú, pero también la falta de comunicación entre los peruanos. Todos estos acontecimientos, más el incontrolable volumen de las migraciones, la informalidad expresada en la economía, la religión, etc. Son manifestaciones de la falta de diálogo entre las élites dominantes y las poblaciones que viven en el resto del Perú; y de la carencia de una política que haya permitido la integración en la pluralidad, y el reconocimiento de la igualdad en las diferencias. 


 

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